jueves, 18 de diciembre de 2014

sobre la educación argentina de estos tiempos

Hace dos días salimos a pasear con mi sobrina y una amiga suya por la calle Güemes de Mar del Plata. Acomodados sobre un pedazo de asfalto verde, unas sillas plegables de madera oscura, heladito en mano y a la vera de la transitada calle comercial, nos alertó una caravana que se acercaba meta bocinazos. Intentamos deducir el motivo del bullicio y rápidamente descartamos la despedida de solteros, nos pareció que las seis de la tarde era temprano para ese rito. Cuando finalmente la sonora procesión pasó frente a nosotros descubrimos a una chica embadurnada sentada en el baúl del auto, puerta abierta, piernas colgando, que llevaba feliz un cartel que rezaba: “me recibí, soy kinesióloga”. No evitamos las risas. Tampoco era para tanto. ¿Kinesióloga? Si hubiese sido abogada, médica o física nuclear, todavía, pero kinesióloga no da. Entonces pregunté: “¿y si hubiese escrito ‘me recibí, soy maestra’?” Los tres estallamos en carcajadas.
Cuatro días después y en la búsqueda de un presente para un querido hijo de mi amiga Marita, la escena se recreó nuevamente por la misma calle. Esta vez eran al menos unos cinco autos que desfilaron durante el transcurso de una hora con sus perlas egresadas dentro de las metálicas conchas móviles, secundadas por una escasa pero molesta guardia de bocinazos. Las jóvenes –siempre eran chicas- gritaban desaforadamente; por momentos se detenían y bajaban de sus carrozas para saludarse entre ellas. Desquiciadas, chorreando vaya a saberse qué mezcla gourmet sobre sus ropas, cabello y rostros, proferían interminables “¡me recibí, locooo, la puta que te parió! Me detuve unos segundos para leer sus carteles. Uno decía, colorido: “Soy jardinera”.

“¿Sos docente? Entonces no te quejés de tu sueldo, lo tuyo es pura vocación“   -le respondió enojado ese periodista a una panelista invitada a su programa durante el último paro de educadores de la provincia de Buenos Aires, con el convencimiento de enunciar una verdad incontrastable.

Alejandro Zoratti Calvi

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